El apetito de la humanidad por energía data de tiempos prehistóricos; del fuego a la energía atómica, de manera sostenible o no, toda fuente de energía viene a satisfacer una demanda real. La vida misma depende de ello.
Sin embargo, no todos en el planeta habitado por más de 8 mil millones de personas están en el mismo nivel de consumo de energía para satisfacer sus necesidades básicas. Hay demasiadas asimetrías y desigualdades, e incluso lugares en el mundo que se caracterizan por su pobreza energética.
Una población creciente—se estima que la población mundial alcanzará 9.700 millones en 2050 y un máximo de casi 11.000 millones alrededor de 2100—ávida de satisfacer sus necesidades y mejorar su calidad de vida, parece aumentar los riesgos de las afectaciones sobre la salud del planeta. Obviamente, las tasas de crecimiento poblacional varían según las regiones y más países experimentan una disminución de su población. Las proyecciones a largo plazo sugieren que el PIB mundial será un poco más del doble de grande para 2050 que en el 2022. Y seis de las siete mayores economías del mundo podrían ser países emergentes.
Existe un fuerte vínculo entre el desarrollo económico sostenible, el cambio climático y la vulnerabilidad, asegura Naciones Unidas. Afirman que “…las políticas y la planificación multisectoriales coordinadas pueden jugar un papel fundamental para catalizar las sinergias y mitigar las consecuencias para garantizar una transición energética justa que mejore la vida de miles de millones de personas. Esto es difícil para muchos países en desarrollo y poblaciones vulnerables, quienes tienen una capacidad institucional, tecnológica y financiera limitada, y un capital social, humano y económico restringido.” Más claro no puede estar.
Para materializar su gran potencial, las economías emergentes deben emprender una inversión sostenida y efectiva en educación, infraestructura y tecnología. Ese, en otros también importantes, es quizás el gran dilema de la sociedad moderna: garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos, lo que predica el Objetivo de Desarrollo Sostenible #7 de Naciones Unidas.
Las metas del ODS7 al 2030 parecen posibles, además de plausibles. Queremos garantizar el acceso universal a servicios energéticos asequibles, fiables y modernos (7.1), aumentando considerablemente la proporción de energía renovable en el conjunto de fuentes energéticas (7.2), duplicando la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética (7.3)
Estas metas, en el mejor de los casos, serán alcanzadas a través de la cooperación internacional en investigación y desarrollo de tecnologías. Como también pasa por la necesidad de importantes inversiones en infraestructura. Al barco insignia para esto se le ha denominado TRANSICIÓN ENERGÉTICA, iniciativa de la humanidad a escala mundial.
Cuando como humanidad decidimos hacerles frente a los efectos en el clima provocados por las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la actividad humana en el ANTROPOCENO, la iniciativa que se convirtió en top of mind fue la de transitar de fuentes de energías fósiles a energía limpias y renovables.
Quizá, inadvertidamente, creamos una narrativa ajena al pragmatismo científico y económico. No se puede, a nivel global, reemplazar en un par de décadas el inmenso aparato productivo de la economía mundial, dependiente en gran medida de combustibles fósiles, por otro absolutamente limpio y sostenible. Algunos han preferido hablar de revolución energética. Sin embargo, la magnitud de la transformación es gigantesca, por ende, imposible de realizar en el horizonte de planeación establecido.
Por otro lado, la realidad de cada país y/o región es el determinante mayor de las hojas de ruta que cada uno pueda adoptar. De allí la importancia de comprender que hay una pluralidad de transiciones energéticas, congruentes con las realidades socioeconómicas de cada país o región, además de dependientes de los vaivenes geopolíticos y de la misma economía.
No podemos colocar en igualdad de condiciones a las economías emergentes y con matrices energéticas poco diversificadas, con aquellas que son economías maduras y con sistemas energéticos robustos y confiables. No es prudente comparar a Surinam y Guyana, países que acaban de entrar hace pocos años al concierto de naciones productoras de petróleo, con Noruega, que tiene una industria de petróleo muy desarrollada, en donde los réditos de esta ayudaron a crear uno de los fondos soberanos más importantes del mundo y así financiar la que es hoy una de las economías más verdes del planeta.
Dicho todo esto, existe un sinnúmero de retos para la transición energética a nivel mundial, imposible de sintetizar en un escrito o una presentación. No obstante, nos atrevemos a resumir muy genéricamente que, (1) en su esencia más íntima, el mayor desafío es poder descarbonizar nuestras economías sin poner en riesgo la seguridad energética; (2) se necesitan inversiones en infraestructura y tecnologías para energías ‘limpias’ de más de 4 billones de dólares hasta el 2050, lo que parece reñir con todas las otras prioridades de las economías emergentes; por lo que (3) es un imperativo entender cómo estos flujos de dinero estimulan el crecimiento y desarrollo sostenible de las economía emergentes.
Estos retos ofrecen a su vez oportunidades a capitalizar. En nuestra humilde visión, (1) los procesos de transición energética hacia bajas emisiones de carbono representan una oportunidad económica enorme para (2) el mejoramiento de la calidad de vida en la mayoría de las economías emergentes, en las que el crecimiento poblacional será más acentuado. Empero, la gran oportunidad que tenemos como sociedad global es (3) adoptar un paradigma de consumo coherente con criterios de sostenibilidad que nos permita alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el horizonte previsible.
Es en medio a todas estas discusiones y desafíos que la próxima edición del International Gas & Energy Forum (https://igefglobal.com/panama), se centrará en Garantizar la Seguridad Energética con Fuentes Confiables, abordando Desafíos Energéticos Críticos, CCUS, Energías Renovables, Necesidades Financieras y Crecimiento Sostenible en América Latina y el Caribe.
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