La gran iniciativa de Transición Energética, que estamos conduciendo en el mundo hoy, tomando como referentes explícitos tanto los compromisos frente al Acuerdo de París, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, es una interesante y única mezcla de políticas, y activismo. En palabras sencillas, la transición energética que vive el mundo hoy es la reacción de las comunidades científicas y autoridades globales a los desafíos ambientales del calentamiento global. Es de consecuencia, la aspiración de las sociedades por alcanzar la meta de disminución de las emisiones de gases de invernadero del planeta en un horizonte de tiempo previsto: 2030 y 2050, lo más y mejor conocidos.

Sin embargo, no hay un consenso universal respecto del proceso de Transición Energética, ni de los ‘tiempos’ necesarios. Fuera de la Unión Europea, cada país parece tener su propia visión, y de consecuencia, sus propias metas. Somos de la opinión de que transición energética definitivamente significa cosas bien diferentes para países en vías de desarrollo—las economías emergentes—que para economías desarrolladas; quizá India y China sean ejemplos que observar. Aún hay mucho y seguirá habiendo mucho debate al respecto.

En este contexto, el 17º Foro Internacional de Gas y Energía (https://igefglobal.com/panama) cobra especial relevancia, ya que ofrece una plataforma única para discutir y avanzar en esta transición en la región, compartiendo conocimiento y experiencias. El evento se centra en cómo América Latina y el Caribe pueden alinear sus matrices energéticas con los objetivos de descarbonización globales, utilizando fuentes accesibles como gas natural, energía solar y eólica, hidrógeno verde y biocombustibles.

Las transiciones energéticas no son nada nuevo. De hecho, han venido ocurriendo durante mucho tiempo y se desarrollan a lo largo del tiempo. Las ‘anteriores’ fueron impulsadas principalmente más por avances tecnológicos, por conveniencia y facilidad, que por consideraciones puramente ambientales.

Todo sugiere que la ‘Transición Energética’—a ese proceso de sustitución de las fuentes fósiles por opciones renovables o de bajo carbono—se ha convertido en el ‘imperativo moral’ para responder coherentemente a los problemas impuestos por el calentamiento global. No obstante, necesitamos una cuidadosa y criteriosa transición que garantice el acceso a energía asequible y segura durante todo momento. Para ello, debemos velar por la coexistencia equilibrada entre fuentes renovables y fuentes no renovables para garantizar la seguridad energética a lo largo del proceso de transición energética. A final de cuentas, diversidad de opciones fortalece la seguridad energética.

Es por ello por lo que la transición energética tenemos que entenderla como la adición de energía de fuentes renovables de forma escalonada. Tiene que ser un proceso gradual a largo plazo, y no un cambio abrupto, de transformaciones estructurales a los sistemas que suplen de energía al mundo. ‘Disrupción’ no es algo que necesitamos en ese largo viaje de transformación de la matriz energética mundial.

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